La gran mentira de la felicidad
Ene. 2013 · Ximo Estrelles
Maldita sociedad de consumo. ¿Dónde está escrito que para ser feliz deba contar con un salario desorbitado, un piso en propiedad de más de 100 metros, un ostentoso coche y una vida social activa? Ver para creer.
Una de las principales formas de aprendizaje siempre ha sido el modelado, o en otras palabras, copiar aquello que me gusta de los demás… sean comportamientos, expresiones, estilos de vestir o maneras de pensar. Y es ahí donde entramos en tierras sombrías, ¿quiénes son nuestros modelos actuales? En una televisión llena de tertulianas sin educación, deportistas sin humildad y referentes infantiles de ultratumba está claro que equivocaremos nuestros referentes y por desgracia, nuestras metas.
Porque ¿qué es la felicidad? ¿Acaso es conseguir todo lo que uno sueña y/o desea?, o por el contrario es el camino hasta alcanzar nuestras metas. Todos conocemos casos de personas muy poderosas, ricas y populares que no se sienten felices, luchadores natos que al alcanzar sus metas soñadas se sienten vacíos. Entonces, ¿dónde reside la felicidad?
La sociedad y, muchas veces también, la educación, nos enseñan a que solo podemos sentirnos satisfechos por los resultados, por los logros cosechados, dejando en segundo plano el proceso que nos permite alcanzarlos, tanto es así que muchas de las personas que acuden a terapia desconocen qué quieren en la vida y sobre todo, cómo alcanzarlo. Aprender a tomar buenas decisiones, ser capaz de solventar los escollos que nos surjan y afrontar los retos con confianza son aspectos claves para encontrar la felicidad.
Haremos aquí una parada en otro tema clave para entender la felicidad… que o quien define este concepto, pensemos, ¿necesita lo mismo para ser feliz un niño que vive en un pequeño pueblo africano que uno español? Si la respuesta es no, puede que nuestra definición de felicidad incluya algún aspecto que nada tenga que ver con ella. El simple hecho de reflexionar sobre aquello a lo que estamos dedicando nuestra vida genera vértigo, siendo difícil replantearnos lo “necesario” a medio camino. Difícil, no imposible. Todos conocemos casos de personas que tras un hecho significativo que marca un antes y un después en su vida, han cambiado su concepto de felicidad, tomando una nueva línea.
Pensando en esos mínimos necesarios para que una persona pueda sentirse plena, seguramente ningún bien material debería estar en la lista. Chocamos ahí con conceptos como la comodidad y la calidad de vida… pero es de felicidad de lo que estamos hablando.
Por tanto, es complicado definirla al depender de muchos otros factores, como la edad, la cultura o incluso el sexo… aunque quizás podamos encontrar algún punto común, algo indispensable sin lo que no podamos concebir la felicidad, independientemente de logros personales o bienes materiales. Es aquí donde destaca entre cualquier otro concepto la ilusión.
No hay niño más feliz que el que espera un regalo, padres más felices que los que ansían ver por primera vez la cara de su bebé o joven más contento que el que espera su primera cita o va de camino a su primer día de trabajo. La ilusión es el gran motor de la felicidad y lo mejor de todo es que depende sólo de nosotros ser capaces de ilusionarnos.
Ilusión por mejorar, por alcanzar tus metas, por promocionar o sentir el primer beso, cada persona decide y eso nada tiene que ver con el dinero o las posesiones… aunque acumularlas sea para algunos la ilusión de su vida.
Y ahora qué… ¿qué hago para ilusionarme? La actual situación socio-económica parece no ser la más propicia para empezar a hacerlo. Pero como hemos dicho esto es algo que depende y debe nacer de nosotros, solo necesitamos encontrar un objetivo, una meta alcanzable, una ilusión, que mejor momento para encontrarla que en el inicio de un nuevo año.
El primer paso es descubrir aquellas cosas que me gustan, encontrar esas parcelas de la vida que me hacen disfrutar, que hice en algún momento o que siempre he querido hacer. Aquellas cosas que me encantaría conseguir o al menos, intentar alcanzar. Aprender, descubrir, amar, ver, escuchar, conocer, cualquier cosa vale. Define un objetivo, alcanzable y realista, algo donde puedas tener un papel protagonista aunque implique tiempo, esfuerzo o sacrificio.
Define luego los pasos que te acercarán a esa meta, identifica que habilidades te facilitarán el camino y cuáles aún debes adquirir. Visualizate alcanzando las diferentes escalas y las dificultades que podrían surgir. Ten un plan alternativo por si surgen imprevistos, puede no ser buena idea apostarlo todo a una carta. Decide si quieres emprender este proyecto solo o con algún compañero de viaje, toma aire, define unos plazos y da el primer paso.
Ahora la ilusión por alcanzar tu meta forma parte de tu vida, será el aliciente que motivará a seguir adelante. Reconócete cada paso dado en la buena línea y revisa tu ruta con frecuencia, la vida está llena de imprevistos. La felicidad no vendrá solo cuando seas capaz de alcanzar tu meta, si no que será una compañera inesperada de viaje. No dejes nunca de ilusionarte, de intentar crecer y de buscar la felicidad… y si en el camino surgen las dudas busca quien pueda ayudarte.