No deberías pensar en deberías
Nov 2014 · Ximo Estrelles
Que los pensamientos marcan nuestra manera de sentir y actuar, no es nada nuevo. A diario lo vemos en consulta, personas plenamente capaces en ciertas áreas de su vida, que se sienten incapaces de afrontar otras parcelas. Ni ellos mismos entienden cómo lo que en otro momento de su vida fue fácil, se ha podido convertir en la peor pesadilla. Sin duda es lo más apasionante de ser psicólogo, comprobar a diario el poder de los pensamientos. Entre todos ellos, hay unos que destacan por su poder limitante, capaces de generar un sufrimiento total. Los principales enemigos del libre albedrio, los "debería".
En lo más profundo de nuestro esquema cognitivo, aquel que nos sirve como lente con la que interpretar toda nuestra vida y experiencias, existen un tipo de estructuras que rigen lo que consideramos adecuado e inadecuado, normal y extraño, correcto y erróneo. Fruto de nuestra experiencia previa, la de nuestros modelos de aprendizaje y de la educación recibida. La base que nos permite entender todo aquello que nos ocurre. Todo funciona mientras nuestras vivencias se ajustan a lo que tenemos catalogado como normal, justo y adecuado, pero, ¿qué pasa cuando alguna de nuestras experiencias caen fuera de esos límites? Es ahí cuando se disparan las alarmas y reaccionamos en consecuencia.
"No debería hablarme así, ¿quién se ha pensado qué es?", "debería pensar más en mi", "debería ser capaz de hacerlo", "no debería sentirme así"... Si este estilo de pensamientos nos es habitual, quizás estemos sufriendo más de lo adecuado. Basar nuestras emociones en "deberías" no nos ayuda a ser más productivos, más comprensivos o más pacientes, todo lo contrario. Tener este estilo de pensamientos irracionales nos hará presionarnos por alcanzar determinados objetivos, seguramente mal calculados, ser más impulsivos y poco tolerantes.
La pregunta que suelo hacer a mis clientes en consulta cuando me sorprenden con un "debería" es, "¿y dónde está escrito qué eso deba ser así?" Una simple pregunta que hace saltar toda la lógica aplastante que hasta ese momento regía sus pensamientos. La reacción automática es de asombro, como si fuera algo obvio, pero a medida que van pasando los segundos y aporto varios ejemplos de lugares donde no está, acaban asumiendo la cruda realidad, no lo pone en ningún sitio... más allá de ellos mismos.
¿Acaso en el manual de instrucciones de nuestros hijos nos aseguran que "lo normal" es que obedezcan a la primera, arreglen sus habitaciones y no suspendan? ¿Quizás nuestra pareja firmó en el contrato prematrimonial enviar un número determinado de whatsapp al día o que si uno no tiene plan con los amigos, el otro "no deba" salir tampoco? o ¿el primer punto del convenio de tu empresa estipula que tu jefe "debería" ser comprensivo, comunicativo y valorar tu trabajo?
Los "debería" son tan dañinos dirigidos hacia los demás como hacia nosotros mismos. Aplicarlos al comportamiento o manera de ser de los que nos rodean, nos harán exigirles llegar donde quizás no sepan ni que tenían que hacerlo, nos sentiremos constantemente defraudados por lo demás y necesitados de explicaciones que justifiquen su conducta. Aplicar los "deberías" hacia nosotros, lejos de motivarnos y ayudarnos a dar lo mejor de nosotros mismos, nos frustrará, nos hará sentir pequeños, incapaces y minará nuestra autoestima.
Los deberías están muy relacionados con los problemas de enfado. Interpretar como intolerable las actitudes o comportamientos de los demás, o nosotros mismos, suele general sensaciones como rabia e impotencia, que generalmente desembocan en estados de enfado o incluso, agresividad. Pensar y creer en algo que consideramos injusto, intolerable, que no debería ser, nos altera, nos obliga a responder y casi siempre lo haremos de manera inadecuada.
¿Significa esto que nada deba importarnos?, ¿qué no debamos darle importancia a todo aquello que nos molesta? Claramente la respuesta es no. Ser más objetivo y racional, no implica ser pasota, si no que consiste en ser capaz de darle la importancia justa a cada cosa.
Partimos de la base de que por muy claro que tengamos algo, no implica que sea única y absoluta verdad. Todo es susceptible de ser interpretado y existen multitud de opciones válidas. Lo que aquí nos parece descabellado, puede que en otros países o en este mismo pero en otra época, fuera totalmente válido. Es de suma importancia aprender a valorar otras opciones válidas de actuar, aunque no las compartamos, intentando entender sus motivos para comportarse así.
Aprender a detectar esos pensamientos basados en estructuras de "debería/no debería" será básico para poder dejar de sufrir su impacto. Los niveles de activación (enfado, ansiedad, rabia, estrés) son los perfectos indicadores de que algo inadecuado ronda por nuestra mente. A partir de ahí intentaremos afrontar nuestra creencia, por arraigada que sea, empezando a practicar estructuras más ajustadas a la realidad y con un menor impacto emocional.
Recuerdo en un caso de pareja, cómo le molestaba a él que su chica dejará las persianas a media altura, "no tiene sentido, subidas o bajadas". Enfadado, creyendo que las dejaba así para hacerle rabiar con todas las veces que se lo había dicho, las subía de golpe, llegando en alguna ocasión a romperlas. ¿Qué importancia tiene?, ¿dónde está escrita la altura a la que hay que dejar las persianas? Puede que te guste que estén subidas, pero ¿"deben" estar así?
Transformar los "debería" en "me gustaría" parece un ejercicio fácil y sin importancia alguna, pero en poco tiempo puede tener un gran impacto sobre nuestra manera de reaccionar a las situaciones que nos plantea la vida.