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Nuestro tiempo siempre estuvo ahí

Mar 2020 · Ximo Estrelles

Todos hemos estado sentados en la playa y hemos tomado en nuestra mano un puñado de arena. Por mucha fuerza que hagamos en un intento por retenerla, acabará encontrando la manera de escapar, el tiempo funciona igual. Siempre digo que el tiempo es nuestro recurso más valioso, pues no se puede comprar o ganar, siendo además tremendamente justo por no entender de clases sociales, afiliaciones políticas o religión. Todos, para bien o para mal, vemos pasar nuestro tiempo sin detenerse, ya depende de nosotros qué hacemos con él, contando todos en cada uno de los días que tengamos para disfrutar, con las conocidas 24 horas.

 

En más de 13 años pasando consulta la respuesta más recurrente cuando le propongo a mis clientes que aprovechen parte de su tiempo en cuidarse e introducir actividades positivas es un rotundo "no puedo", aunque quizás lo más correcto sería un "no me lo permito". Si algo podemos sacar en claro tras estos días de confinamiento es que nuestro tiempo siempre estuvo ahí, aunque las obligaciones no nos permitían acceder a él. El ritmo de vida, en parte autoimpuesto, es el que nos impide tener el control de nuestro tiempo y espero que justo ese sea uno de los aprendizajes que saquemos en claro tras esta dramática situación que nos ha traído el coronavirus. Otra quizás deba ser que valoremos lo afortunados que somos por contar con el sistema de salud que tenemos y los profesionales que lo componen o valorar la importancia de tener salud sin unas dolencias que pongan en riesgo nuestra vida.

 

Más allá de estas reflexiones, donde quiere poner el acento este artículo es en nuestra capacidad para tomar el control de nuestro tiempo. Los trabajos, la vida social, los caprichos y en general las falsas necesidades que nos autoimponíamos han podido verse cercenadas de la noche a la mañana sin que nuestra vida se fuera con ellas. Cierto es que limitar estas entradas de entretenimiento y positivo ha tenido un impacto sobre nuestro estado de ánimo, aunque también ha permitido aumentar otros aspectos como son el tiempo que pasamos con nuestros compañeros de vida (pareja, hijos e incluso mascotas) o el permitir dejar volar nuestra creatividad e imaginación, solo hay que ver el torrente de ideas ingeniosas que circulan por redes para afrontar el confinamiento, tantas que nos llegan a agobiar.

 

Por ello de esta experiencia tenemos que aprender que siempre hay margen para poner límites a nuestras obligaciones, que cuando lo consideramos importante somos capaces y sabemos priorizar, lo que nos permitirá acceder a ese porcentaje de tiempo que nuestro cuerpo y nuestra mente necesita, si, necesita, para mantenerse estable emocionalmente. Cómo nos gustaría ahora poder salir a tomar unas cervezas con los amigos, a pasear por la montaña o ir al cine, no nos olvidemos de ello cuando se levante la veda. Tenemos esa tendencia a priorizar aspectos de nuestra vida que aunque importantes no cuidan de lo más necesario para seguir adelante, contar con la fortaleza física y emocional para continuar. Siempre le digo a mis clientes que ellos son los protagonistas de su vida, así que cuidémonos como merecemos.

 

No obstante, no caigamos en que el objetivo es estar constantemente felices, entretenidos y contentos. No todo en la vida es positivo, también existen momentos para la tristeza, el enfado y el aburrimiento, siendo emociones que hay que aprender a gestionar y tolerar. En un confinamiento, que además apunta a ser más largo de lo esperado, habrán muchos momentos de aburrimiento, por mucho Netflix, libros o Internet que tengamos, y hay que aprender también a aburrirse. Perder la vista en el horizonte a través de una ventana, dejar la mente en blanco meditando o simplemente hacer reflexiones como las que pretenden generar estas líneas, son actividades en las que podemos invertir nuestro ansiado tiempo y nos vendrá bien aprender a disfrutar.

 

Dejemos de intentar retener la arena en nuestros manos, es imposible, y evitemos estar pensando en coger otro puñado mientras aún está cayendo el que tenemos. Simplemente aprendamos a disfrutar de la sensación de verla deslizarse entre nuestro dedos, intentando que cada grano de arena se convierta en un momento único.

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